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Como si las tragedias griegas no fueran suficientemente complejas, Stephan Kimmig decidió reunir cuatro en su obra Oedipus city. El director alemán se basó en Los siete contra Tebas, de Esquilo, Las fenicias, de Eurípides, y Antígona y Edipo Rey, de Sófocles. ¿Por qué? Porque todas ocurren en el mismo lugar y relatan distintas aristas de lo mismo: una maldición que ocurre en Tebas.

“Mi objetivo fue evocar el sentido de lo que es la presión política y la represión. La familia de Edipo -sus hijos e hijas- son casi como los Kennedy o los Bush en EE.UU. Tienen una genealogía de poder, expresada también en relaciones familiares. El antiguo teatro griego usó a la familia de Edipo para discutir los peligros y las deformaciones del poder, para fijar la ambición humana en relación con la sociedad y la naturaleza y para discutir las dificultades de los balances democráticos de poder”, cuenta Kimmig desde Alemania.

Vanguardista y política, la obra estrenada el año pasado en el Deutsches Theater de Berlín retrata tres momentos de crisis en Tebas, para cuestionar la necesidad de la rebelión en distintos escenarios. Y llegará en enero a Chile, como parte de la nueva edición del festival Stgo. a Mil, organizado por Fitam y presentado por Minera Escondida (operada por BHP Billiton).

Lo que se verá en escena no tendrá túnicas ni columnas de templos. Todo será sobre una especie de rampa en la que trepan actores con faldas modernas. Una puesta en escena minimalista que representa la plataforma política desde la que los personajes intentan conquistar a la opinión pública.

Pero Oedipus city no será la única tradición europea que llegará al festival desde la mirada de un director de vanguardia. El letón Alvis Hermanis ya estuvo en el certamen el 2008 presentando Sonja, una de las obras más elogiadas de esa edición. En enero él, uno de los directores más destacados de Europa del Este, volverá con Shukshin stories, interpretada por un elenco ruso.

“Encontrar el secreto del alma rusa no es más fácil que buscar el Santo Grial”, dice Hermanis. Y eso fue precisamente lo que intentó en este montaje del 2009. La obra es un retrato de la identidad rusa a partir de los textos de Vasily Shukshin (1929-1974), actor y escritor que plasmó la vida rural local en sus textos. “Los escritos de Shukshin son la cultura rusa en sí mismos”, dice Hermanis.

Para crear la obra, el director viajó al pueblo natal de Shukshin: Strostki, una localidad montañesa en el límite con Kazajastán. Ahí compartió y retrató a pueblerinos que inspiraron los personajes y que se lucen en el fondo de la escenografía, donde se exhiben sus rostros mientras todo ocurre frente a ellos.